Noviembre 17, 2022
Por UNAM
Cuando Tenoch Huerta Mejía era un adolescente a finales de los años noventa no tenía en mente ser actor, por ello decidió estudiar la licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón. Sin embargo, el destino tenía otros planes para él, lejos de una redacción y cerca de las luces de un set.
Actualmente, el actor nacido en Ecatepec de Morelos (Estado de México) es el antagonista de Black Panther: Wakanda Forever, la superproducción más reciente de Marvel Studios y Disney, película que recaudó más de 330 millones de dólares alrededor del mundo en su primer fin de semana de estreno, y lo ha convertido en una figura mundial por su interpretación como Namor, una versión del personaje influida fuertemente por la cultura maya.
Durante la reciente décima primera edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, el histrión fue homenajeado y en la clausura del encuentro cinematográfico recibió el Premio Sin Fronteras, “por su destacada trayectoria y su incansable labor en favor de la inclusión, la diversidad y la visibilidad del talento latinoamericano en la industria fílmica mundial”, como explicó la organización en un comunicado.
Antes de la ceremonia, Huerta Mejía sostuvo una entrevista exclusiva con Gaceta UNAM, en la que recordó sus días como estudiante, la manera en que sus estudios han enriquecido su carrera actoral y lo que espera de los actuales jóvenes universitarios.
¿Qué recuerdos tienes de tu paso por la FES Aragón?
Tenoch Huerta: Híjole, un montón. La verdad es que creo que mi vida adulta comenzó en la UNAM. Entré en el 99 a mitad de la huelga, que si bien nunca formé parte del Consejo General de Huelga (CGH), sí era simpatizante de sus causas, apoyaba como Dios me daba entender en aquel momento. Creo que este espíritu rebelde de la Universidad siempre se me quedó.
Cuando hicimos Güeros (2014) había una manta que decía “ser joven y no ser rebelde es una contradicción”. En el auditorio, ésa es la definición de la juventud latinoamericana. Como que cada cultura tiene la suya, para algunos fue “sexo, drogas y rock and roll”, para otros “vive la vida loca, viaja y conócete”; cada cultura tiene sus propias definiciones, y en América Latina siempre se habla de una juventud rebelde.
Una universidad que celebra la disidencia y que la promueve es una que siempre va a crecer; porque el conocimiento sin disidencia no se mueve, no prospera, no florece, y la UNAM lo tiene.
Estudiaste comunicación y periodismo, ¿qué de lo aprendido te ha servido en tu carrera?
Para empezar, la carrera misma. El análisis del discurso, de la imagen y demás me han servido un chingo. Desde ahí leo mis guiones siempre, porque no tenía herramientas en términos dramáticos, si no que tenía lo otro: el análisis del discurso. A partir de ahí siempre los he leído, los he construido, es mi primera aproximación y ahora aplico todos los conocimientos que he ido adquiriendo en mi carrera; pero primero va por ahí.
Eso, por ejemplo, en el método de crear, pero también con el ojo crítico, la experiencia de vida, la conciencia de quién soy, dónde estoy parado. Desde la conciencia de clase, hasta la de la condición humana. Si no hubiera estado en la UNAM, si no hubiera tenido los profesores que tuve, los compañeros y el momento histórico en el que entré, no sería yo, no estaría aquí contigo.
Foto: cortesía Marvel Studios.
Tras tu participación en la secuela de Black Panther se han escuchado comentarios de que “llegaste”, que conseguiste la representación e igualdad que buscabas. ¿Es importante seguir luchando por ello desde una industria como Hollywood?
Creo que no se llega a ningún lugar, simplemente son tránsitos, es un espacio y seguirías a otro y a otro y a otro. Siempre la frase de “ya llegaste” suena a un término como una meta final y no hay más movimiento. No, uno siempre está en tránsito. Eso, por un lado, por el otro: precisamente, ya estás en ese lugar de privilegio, ¡utilízalo! Si escalaste una de las cumbres más altas, desde allá arriba es más fácil que te escuchen, porque tienes más espacio y visibilidad, pones el privilegio al servicio de causas. Siempre he dicho que tenemos que buscar que los privilegios se vuelvan derechos. Si estás ahí, desde ahí le das.
No es lo mismo que yo sin ser actor esté gritando en la calle cosas –que es válido y también participo de esas formas de lucha–, a que estés con todos los reflectores, los micrófonos y las cámaras encima; solamente potencias un mensaje que ni siquiera es mío, son los de miles de personas. No somos la panacea de nada, simplemente somos un eslabón más en una cadena de 500 años. Es nuestro momento y nos toca utilizar las herramientas que tenemos a nuestro alcance, y si no conquistamos los espacios de poder e influencia, difícilmente vamos a incidir en el cambio de las narrativas.
¿Qué dirías a las y los jóvenes universitarios actuales?
Que le chinguen, que le chinguen y que le chinguen el triple y el cuádruple; les va a costar mucho más, sobre todo a las morras. Les va a costar siempre más, ellas van a tener un pie amarrado por un sistema, mientras más le chinguen y cuando ya no sepan por qué, le vuelvan a chingar. Y cuando ya no encuentren descanso, le vuelvan a chingar. Y cuando ya no tengan motivos, le vuelvan a chingar. Y cuando no sepan por qué levantarse en la mañana, le vuelvan a chingar. Y aunque hayan perdido el rumbo, que le vuelvan a chingar.
Tal vez no van a llegar a ningún lugar, porque el sistema está hecho para que no lleguemos, pero todo el tránsito, el camino y el esfuerzo se van a quedar y, eventualmente, puede que los espacios se abran; y si éstos se abren, por favor, volteen a ver a todos los que estuvieron acompañándolos, miren a los de atrás y traten de mantener la puerta abierta. Utilicen todas sus fuerzas para tener la puerta abierta y que entre la mayor cantidad de compadres posibles.
Tengamos conciencia de clase, de origen y, desde ahí, empecemos a abrir los espacios, las puertas para que más y más entren, y que el bienestar sea una condición general y colectiva, y no un privilegio exclusivo de unos cuantos.
No es tu primera película estadunidense, pero sí que participes en una producción de este tamaño. ¿Qué te sorprendió de tu experiencia?
Que al final somos lo mismo, hacemos lo mismo. Solamente que allá tienen más juguetes, están más chidos y tienen más baro. No necesariamente tener más baro lo hace más fácil, pero sí te da muchas más posibilidades de hacer otras cosas, por lo menos más chances del fallo y el error, de movernos para acá o para allá. Te da más espacio para experimentar, aunque al final del día estamos haciendo lo mismo: contando historias, y se cuentan igual en todos lados. O sea, vas y actúas. Actuar es lo mismo, tiene sus diferencias y sus dinámicas, porque es otro idioma, funciona diferente; pero actuar es actuar, dirigir es dirigir, películas son películas no importa de qué van. Siempre va a ser lo mismo. Más que la diferencia, lo que me sorprendió fue la similitud, porque las diferencias ya eran obvias.