Diciembre 11, 2021
El sistema de ciencia y tecnología requiere de una política científica que involucre a la empresa, la academia, la incorporación de nuevos recursos humanos, la participación de partidos políticos y el sector social como beneficiario último, coincidieron especialistas reunidos por el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS).
Este trabajo es un gran reto porque implica a todos estos actores por un fin común y a largo plazo, lo cual ha sido difícil de conseguir en las últimas décadas, agregaron al debatir en el foro “¿Qué política científica y tecnológica requiere el país?”.
La investigadora de esa entidad académica, Rosalba Casas Guerrero, destacó que definirla surge en el periodo entre las dos guerras mundiales, y desde entonces los objetivos son el apoyo a la investigación básica, el conocimiento económico y el desarrollo social, en los cuales se han definido acciones y segmentado a distintos actores.
La socióloga explicó: la evolución histórica de estas políticas está fuertemente interrelacionada con la evolución del concepto de ciencia, por ejemplo, la política para su desarrollo, la tecnología y los valores académicos, los usos tecnológicos para incrementar competitividad y crecimiento económico o una orientada a una estrategia para satisfacer necesidades, es decir, hay diferentes concepciones.
Coincidió con ella la investigadora del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, Brenda Valderrama Blanco, quien estimó que por timidez y para no politizar el tema no se ha incluido a los partidos políticos, pero se requiere que trascienda el tema porque son los que quedarán en el poder. Entre más pronto comprendan la necesidad de respaldar la ciencia, la tecnología y la innovación, más se robustecerá su participación a largo plazo.
“No nos podemos dar el lujo de tener un sistema descoordinado, cerrado, ni vertical; necesitamos sentar las bases de una coordinación efectiva y generar las condiciones para una gobernanza lo más amplia posible, participativa, incluyente, para que podamos realmente cumplir el mandato de que si generamos ciencia y tecnología es para el beneficio de la sociedad”, precisó.
Para la también investigadora del IIS, Marcela Amaro Rosales, no es posible desvincular el crecimiento sin considerar el uso y generación de tecnologías como motores de cambios en las políticas de mercado, desarrollo y comercio, con la promoción de la investigación, desarrollo e innovación, las políticas públicas y el surgimiento de nuevos retos económicos, medioambientales, tecnológicos, sociales e institucionales.
La experta en ciencias sociales detalló: El conocimiento tecnológico es un factor clave para el progreso económico; el aprendizaje es el proceso más relevante en las sociedades actuales; ambos, junto con la innovación, son fundamentales para lograr resolver problemas diversos de la sociedad. Dadas las brechas de desigualdad entre países y economías a nivel global de los tres elementos, es deseable generar políticas gubernamentales que ayuden a disminuirlas”.
En tanto, Judith Zubieta García, del IIS, reflexionó: por el momento no se ha logrado el respaldo de quienes asignan recursos, a fin de tener un sistema de innovación vigoroso, así como mayor éxito en la creación de capacidades endógenas en materia de ciencia, tecnología e innovación.
La también secretaria académica del Programa Universitario de Estudios sobre Educación Superior (PUEES) propuso: concentrarnos en identificar a qué futuro podemos y debemos aspirar, en qué realidad nacional podemos ver algunas características.
En este contexto, manifestó que las instituciones de educación superior deben ser pertinentes, competitivas, incluyentes pero, sobre todo, tener valores democráticos y éticos que garanticen el surgimiento de nuevas oportunidades para cumplir con un conjunto más amplio de políticas de ciencia y tecnología, educativa e industrial con los Objetivos de Desarrollo Sostenible a los que nuestro país se comprometió.
Al hacer uso de la palabra, el investigador del Centro de Ciencias Genómicas (CCG) de la UNAM, David Romero Camarena, refirió que un factor fundamental es la incorporación de los recursos humanos que se están formando en México y el extranjero, pues no es posible mantenerlos, como ahora, subempleados.
La formación de doctores en México es de aproximadamente 22 mil becas vigentes, por lo que se debe considerar cómo van a aprovechar las virtudes de esa fuerza que implica, también, a un gran número de mexicanos en el exterior, elementos importantes para la movilidad o el establecimiento de investigaciones colaborativas. Aquí es donde se requiere ser incisivo en la creación de nuevos programas, finalizó.