Mayo 14, 2024
El Censo Agropecuario es la única fuente de información del país que muestra las características del campo en todo el territorio nacional, por lo que es imperativo mantener una periodicidad de no más de 10 años en la realización de los próximos censos agropecuarios.
Así lo dio a conocer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en un documento en el que da respuesta a un exhorto del Senado de la República para revisar, justificar metodológicamente y, en su caso, recomendar, la periodicidad de mínimo cinco años y máximo 10 años con la que deben realizarse los censos agropecuarios.
En su respuesta a la Cámara, el INEGI destacó que el Censo Agropecuario tiene como objeto generar estadísticas actualizadas sobre las características económicas, tecnológicas, ambientales y sociales de las unidades de producción agrícolas, ganaderas y forestales de México, fundamentalmente de su producción, su tamaño, estructura y distribución.
Con ello, se ofrecen datos cuantitativos y cualitativos para apoyar la toma de decisiones y definir políticas públicas para el sector; contribuir a enfrentar retos como la seguridad alimentaria, la pobreza, la conservación de los recursos naturales y la mitigación del cambio climático; así como para atender los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En el documento que fue publicado en la Gaceta de la Comisión Permanente del pasado 8 de mayo, el Instituto destaca que el sector agropecuario es la principal fuente de alimentos para 126 millones de personas, y emplea aproximadamente al 12 por ciento de la población ocupada del país.
Además, en la parte ambiental, el sector agropecuario es clave en la implementación de estrategias para mitigar el cambio climático y la preservación de la biodiversidad, así como para el uso eficiente y sostenible del recurso hídrico, debido a la gran demanda de recursos naturales que requiere el campo.
“Actualmente, el Censo Agropecuario es la única fuente de información del país que muestra las características del campo en todo el territorio nacional, con altos niveles de desagregación y con distintos enfoques”.
La oferta de información del estudio que se realizó en 2022, agregó el INEGI, hace posible proporcionar datos por tamaño de la unidad de producción; por municipio, regiones y microrregiones; por cultivo, especie pecuaria y especie forestal; por ciclo agrícola; o por tipo de agricultura.
De ahí que, con los resultados censales, los gobiernos Federal, estatales y municipales pueden obtener indicadores para definir políticas públicas; las empresas prestadoras de servicios agropecuarios pueden definir sus políticas de mercado al conocer dónde y cómo se concentran la agricultura, la ganadería y las actividades forestales; y las organizaciones de productores pueden conocer las características de sus asociados.
Otra de las grandes utilidades del Censo Agropecuario es que los organismos internacionales obtienen datos para tomar acciones a nivel mundial sobre la seguridad alimentaria, la pobreza, la igualdad de género y la disponibilidad del agua, entre otras, con lo que se coadyuva al seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
México cuenta con datos estadísticos de la producción agrícola y ganadera del país desde 1930, con el levantamiento del primer Censo Agrícola-Ganadero y el primer Censo Ejidal. Desde entonces se han realizado nueve censos agropecuarios, siete de ellos con una periodicidad de 10 años, hasta 1991 (sólo en el censo del 1981 transcurrieron 11 años para su realización).
Sin embargo, explicó el INEGI al Senado, para la realización del censo de 2007 tuvieron que pasar 16 años, en tanto que para el de 2022 pasaron 15 años más para su ejecución.
“EI haber interrumpido la secuencia de 10 años en la realización de los censos agropecuarios y haber espaciado en 16 y 15 años los dos últimos censos, ha tenido impactos importantes como la pérdida de una secuencia histórica de comparabilidad y trazabilidad con los censos anteriores.
Además, de la desactualización del marco censal, dada la fuerte dinámica de cambios en el manejo y la estructura de las unidades de producción agropecuaria; y el vacío generado por la ausencia de datos estructurales del sector agropecuario en un periodo tan amplio entre un censo y otro.