Mayo 21, 2022
Más de 80 por ciento de la dieta humana está basada en plantas, los peces proporcionan 20 por ciento de las proteínas animales a aproximadamente tres mil millones de personas en el mundo y cerca de 80 por ciento de quienes viven en zonas rurales de países en desarrollo, dependen de medicamentos tradicionales obtenidos de la vegetación de su entorno, indican datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A propósito del Día Internacional de la Diversidad Biológica, que se celebra el 22 de mayo, el organismo destaca que si bien cada vez somos más conscientes de que la diversidad biológica es un bien mundial de gran valor para las generaciones presentes y futuras, el número de especies y ecosistemas disminuyen a un ritmo acelerado debido a la actividad humana.
Los bosques, amenazados por la deforestación, así como otros ecosistemas, son de vital importancia para sustentar la vida en la Tierra y tienen una labor importante en la lucha contra el cambio climático.
Los datos de la ONU refieren que la salud del planeta también juega un papel importante en la aparición de enfermedades transmisibles entre animales y humanos. A medida que continuamos invadiendo ecosistemas frágiles, nos ponemos más en contacto con la fauna silvestre, lo que permite que los patógenos se extiendan al ganado y a los humanos.
En ese contexto, la investigadora asociada al Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad (LANCIS) del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, Paola Massyel García Meneses, asegura:
“A lo largo de los años hemos ido modificando el ambiente, utilizando los recursos, y esto ha tenido un impacto directo en la biodiversidad. Se sabe que los humanos y la biodiversidad acompañante, que principalmente está enfocada en el ganado, suman alrededor del 96 por ciento de todos los mamíferos del planeta. El 60 por ciento es ganado, el 36 por ciento son humanos, y el cuatro por ciento son mamíferos silvestres. Si vemos esta proporción, se puede apreciar la pérdida de diversidad biológica”.
La científica recuerda que a lo largo de los últimos 200 años se modificaron terrenos por acción humana, principalmente en cuestiones agrícolas, ganaderas y de silvicultura; con el crecimiento de las ciudades se ha instalado infraestructura y realizado cambios en el uso del suelo, que generan modificaciones en la tierra para usarla con algún fin antropocéntrico afectando a la biodiversidad. “Hay un gran impacto que a lo largo de los años se sigue incrementando y las tasas no descienden, que es lo más preocupante”.
Aunque durante la vida en la Tierra han ocurrido apariciones de nuevas especies, extinciones e incremento en la biodiversidad, procesos naturales en el ciclo de vida en el planeta, actualmente las tasas de desaparición son muy altas. “Lo rápido que ha sido esta pérdida es en lo que hay que poner mucha atención”. Además, “si seguimos con los patrones actuales probablemente nos estemos acercando a un no retorno”, alerta.
En pro del medio ambiente
En el LANCIS se establecen vínculos con otras áreas (gubernamentales, académicas, organizaciones civiles) para efectuar sinergias de métricas, y resolver cómo monitorear y llevar a cabo conteos en diversas zonas del país.
“En este momento colaboramos con la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, los institutos de Biología, Biotecnología y la Facultad de Ciencias para crear herramientas u objetos de frontera”, destaca.
Son instrumentos computacionales y diseños de sistemas de información geográfica en donde se pueden sobreponer varias capas de información, por ejemplo con datos de especies de mamíferos, aves o reptiles y luego acerca de factores que los afectan, como pérdida de uso de suelo, aumento en las poblaciones o efectos de cambio climático.
“Todo esto se sobrepone en sistemas de información geográfica y se identifican zonas y especies más vulnerables ante la pérdida de biodiversidad”, explica.
Terminan siendo mapas, que pueden verse impresos o estudiarse de forma dinámica en la computadora para conocer los movimientos de especies, migraciones, tasas de pérdida de poblaciones. Cada año estas bases se alimentan y se busca influir en la toma de decisiones, indica.
García Meneses considera que en el país hay adecuadas políticas públicas en papel, pero falta presupuesto para monitoreo y mantenimiento de los programas científicos. También es necesario incrementar la comunicación entre los diferentes niveles (locales, regionales y nacionales) que generan información y emiten determinaciones.
Como ciudadanos, recomienda sensibilizarse respecto a la biodiversidad, una riqueza natural planetaria de la que dependen alimentos, medicamentos, vestido y acceso al agua, entre otros beneficios. “Debemos ser respetuosos de otras formas de vida, que no son fauna nociva. También podemos disminuir el desperdicio, especialmente de alimentos, y pensar que detrás de cada fruta y verdura hay un polinizador y un transporte de semillas”.