Diciembre 2, 2024
Por: UNAM
La violencia se construye, no se da por “generación espontánea”, y sus manifestaciones son cada día más diversas, globalizadas y tecnologizadas. Para afrontarla y erradicarla, hay que aceptar que es un problema de salud pública y atender sus señales de forma multidisciplinaria, afirmó Miriam Camacho Valladares, jefa del área de Atención Psicológica a Víctimas de Violencia de Género, de la Defensoría de los Derechos Universitarios, Igualdad y Atención de la Violencia de Género de la UNAM.
Donde hay una relación interpersonal puede existir violencia, por lo que cada quien debe hacer una revisión y marcar una diferencia en los vínculos que estamos construyendo, emocionales, familiares, laborales o profesionales, así podremos dejar de percibirla como “normal”.
Lo importante no es tener una definición de la violencia, sino la conciencia de identificar cómo la ejercemos, y hacia quién; asimismo cómo los otros la manifiestan hacia nosotros, cómo la observamos y qué reacciones tenemos ante ello, dijo en la conferencia “Prevención de la Violencia de Género en la UNAM: desafíos y soluciones”.
En el contexto de las actividades por el 25N Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), la ponente añadió que en la Defensoría el rango de edad de las personas que se atienden está entre los 15 y los 29 años, aunque también hay casos de mayores y menores (por los estudiantes de Iniciación Universitaria).
El 64 % de los casos de las expresiones que se atendieron en el lapso 2021-2023 fueron por violencias de parte del novio, amigo, expareja o compañero, personas con las que hay una interacción cotidiana. Éste es un dato constante, destacó.
La experta diferenció la agresión de la violencia. La primera se refiere a expresiones conductuales observables, medibles y registrables que tienen un fundamento biológico para sobrevivencia, defensa y ataque por competencia biológica. En cambio, la segunda es el uso deliberado de actitudes de poder; son manifestaciones emocionales (verbales, físicas, etcétera) con el objetivo de causar daño. Se trata de modelos aprendidos e imitados. Ser objeto de ella genera una fractura en la percepción de seguridad de una persona, la cual va más allá de la afectación de la víctima directa, ya que se altera todo su entono emocional, familiar.
Así, detalló, la violencia es una conducta, actitud o presencia como testigo (silencioso o no) que involucra dolo, planeación, intención focalizada y que tiene la finalidad de dañar, causar dolor, desestabilizar o devaluar a una persona o grupo, de forma inmediata o a mediano o largo plazos.
Los tipos de violencia de acuerdo con sus afectaciones son física (manazos, patadas, pellizcos, aventones, jaloneos), emocional (palabras altisonantes, miradas lascivas, sobrenombres, señas, muecas), social (discriminación, rechazo), económica, académica (burla por rendimiento), laboral (castigos no merecidos, etcétera) y sexual.
Finalmente, refirió que al quedarse en silencio cuando se vive o se observa una experiencia de violencia se estaría colaborando con ese acto violento, es decir, ayudando a concebir que es normal. No sólo se recibe o se ejerce, sino que se puede fomentar. Hay que hacerla visible.
Guadalupe Barrena Nájera, titular de la Defensoría, destacó la “máxima voluntad de coordinación, colaboración, y de engarzar esfuerzos y recursos a fin de que las personas que siguen experimentando actos de violencia por razones de género tengan a su alcance las herramientas que la Universidad en su conjunto ha dispuesto para que puedan ser atendidas”.
El compromiso institucional por erradicar la violencia contra las mujeres por razones de género y otros grupos articula la operación de distintas instancias. La operación fluida de muchas manos que intervienen en estos asuntos permite dar atención y cauce a los planteamientos que las personas necesitan hacer llegar a las autoridades universitarias. “Percibo que la confianza de la comunidad en ellas, para hacerles saber las experiencias que viven en este tema, se ha incrementado en los últimos años”, expresó.
El proceso punitivo para el alumnado, personal académico y administrativo no resuelve en su totalidad ni hace frente a las complejas repercusiones de la violencia; sin embargo, “es un paso muy importante y, desde mi punto de vista, indispensable”, recalcó. “Es significativo que estos procesos se sigan conduciendo con cuidado y compromiso, y si se determina que debe haber una sanción, que se aplique. Ojalá veamos en el futuro una modificación en los patrones de conducta”, concluyó.
En la sesión moderada por Mónica Amilpas García, de la Unidad de Género de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Dámaso Morales Ramírez, secretario general de la entidad reconoció que, aunque hay avances, la tarea es todavía gigantesca en este ámbito. “En términos de educación y sensibilización hay mucho por hacer”.
Por eso, anunció que se dotará a la Unidad de Género de herramientas, instrumentos y mayor visibilidad, se fortalecerán protocolos y el acompañamiento, de tal suerte que “podamos ser una comunidad sana, donde nos respetemos, libre de cualquier tipo de violencia, y donde podamos convivir y avanzar en nuestra profesionalización”.