Marzo 17, 2022
Por UAM
Para una mujer con trayectoria, cualidades, resultados, perspectiva y proyectos resulta injusto llegar a un puesto sólo por “cuota de género”, tema polémico y controvertido que debe seguirse discutiendo, porque al igual que la discriminación es un problema generalizado y su solución exige medidas firmes y contundentes, aseguró la doctora Verónica Medina Bañuelos, rectora de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en la Mesa redonda virtual El camino de las mujeres en las ciencias, convocada por el Colectivo Mujeres de Ciencia en Red integrado por profesoras de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de esa sede, afirmó que la sociedad en su conjunto tiene que empujar con mucha seriedad y cuidado en esa dirección para alcanzar la igualdad de la mujer en el país.
“Estamos ante una dificultad generalizada que hay que resolver, atender con medidas firmes y contundentes, pero hay que hacerlo a través del debate, análisis y reflexión para poder lograr una transformación cultural”, añadió.
Orgullosa de ser la primera mujer rectora de la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo, Medina Bañuelos comentó que después de haber estudiado la primaria en una escuela de monjas, donde descubrió el gusto por los números y los ejercicios de cálculo, un cambio de domicilio la llevó a ingresar a una secundaria mixta en Iztapalapa, donde se integró al taller de dibujo industrial.
Tiempo después, en Jerez, Zacatecas –tierra natal de sus padres–, estudió la preparatoria en una escuela rural que tenía excelente nivel y antes de ingresar a la UAM en la década de los 70 del siglo pasado vio a “unos profesores jóvenes, el doctor Carrasco y Ramón González Camarena haciendo mediciones electrofisiológicas con unos aparatos, y en ese momento me quedé enamorada de la Ingeniería Biomédica y no me he arrepentido ni un solo instante de mi elección”.
La investigadora, cuyas líneas de interés académico son el procesamiento de señales eléctricas cerebrales; análisis de imágenes biomédicas y reconocimiento de patrones en medicina, refirió que siempre ha logrado mantener sus proyectos con el Instituto de Neurología, Cardiología, Rehabilitación y Perinatología, pero recordó que al participar en un proyecto institucional fue víctima de discriminación pues sólo a sus colegas varones los trataban como doctores.
En el plano personal, su trabajo en la UAM también le permitió tener dos hijas luego de haber concluido la formación doctoral en Francia, aunque sin duda ser madre, académica y científica es intenso y la actividad es muy demandante, “siempre existe la duda de si estaré haciendo bien esta tarea, no estoy descuidando o a lo mejor podría hacer mejor mi investigación”.
Sin embargo, “la mujer vive y se adapta a hacer las cosas con la convicción de que el ejemplo y los valores que uno tiene los transmite a los hijos, están en todo el actuar, acompañamiento y compromiso, mis hijas ahora son adultas responsables, exitosas y buenas ciudadanas”.
La novela Cazador de microbios que le regalaron sus padres acabó de convencer a la doctora Irene Castaño Navarro que quería ser científica, y aunque en un inició pensó en estudiar Medicina fue el amigo de una de sus hermanas quien le informó que él estudiaba la Licenciatura en Investigación Biomédica Básica donde en ese entonces sólo había dos mujeres.
La investigadora de tiempo completo en la División de Biología Molecular del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPIICT) continuó sus estudios posdoctorales en Estados Unidos y ahí decidió que además de ser científica quería ser madre, proceso complejo que la llevó a hacer una pausa en su carrera para atender a sus hijos gemelos.
En 2005 decidió –junto con su esposo e hijos– regresar a México para seguir trabajando con el “patógeno oportunista” en el Instituto Potosino donde no tuvo problemas por ser mujer, no así en otras áreas donde los hombres reaccionaron de una manera diferente, “por lo que tuve que ganarme el respeto de todos”.
Entonces tuvo el reto de arrancar su laboratorio y comprobar que para las investigadoras con hijos es más difícil continuar con sus trabajos porque muchas veces no son tomadas en cuenta, situación que no es privativa de México pues a nivel mundial sólo 19 por ciento de los investigadores son mujeres.
El porcentaje de las que ocupan los puestos más altos es bajísimo, “y de hecho es terrible que sólo 23 por ciento de aquellas con grado en áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas se mantengan trabajando como profesionales”.
Sin embargo, aunque el camino está más lleno de obstáculos y muchas veces tienen que enfrentarse a que no las tomen en cuenta, las mujeres sí están entrando y llevan una buena trayectoria, “aunque la pandemia vino a poner un mayor trabajo a las mujeres que para los hombres porque tienen que encargarse a las labores del hogar, ser maestras de primaria de sus hijos y pueden llegar a dejar sus carreras científicas”.
La doctora Elena Zambrano González mencionó que a su regreso a México después de una estancia posdoctoral en el extranjero, enfrentó cinco años de rechazo en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) por sus investigaciones de programación y desnutrición.
La investigadora del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, pionera en el país de este tipo de estudios, narró el trabajo que le costó sacar adelante sus proyectos porque, aunque desde 2000 empezó los trabajos, no tenía con qué desarrollarlos, lo cual le causó depresión.
No obstante, su carrera avanzó alternando los cuidados de sus hijos con la labor científica, su pasión. “Soy una mujer privilegiada, aunque también he tenido obstáculos y lo mejor es no darse por vencidas”.
En la Mesa redonda virtual también participaron las doctoras Mina Kognigsberg Fainstein y Elsa Cervantes Ríos, profesoras investigadoras del Departamento de Ciencias de la Salud e integrantes del colectivo Mujeres de Ciencia en Red de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo.