Abril 08, 2022
La Biblioteca Nacional de México (BNM), bajo resguardo de la UNAM, recibió la donación de la segunda parte de la colección bibliográfica del compositor y pianista Aniceto Ortega del Villar (1825-1875), distinguido mexicano quien fue uno de los precursores de la medicina preventiva en nuestro país y autor de la ópera “Cuautimotzin”, la cual también obsequió en la primera entrega junto con otros materiales de valor inestimable.
La colección consta de 94 unidades documentales que incluyen libros, revistas y partituras, obras impresas en español y francés principalmente; sus temáticas son variadas, científicas y de humanidades, tratados de navegación, libros sobre el funcionamiento del transporte eléctrico, así como obras de medicina, poesía y literatura, entre otras.
Algunas de las obras incluidas en esta entrega, mediante la firma del convenio correspondiente, son: Teatro de los dioses de la gentilidad, editado en Madrid, 1722; Poesías completas, de Juan de Dios Peza (París, 1898); El Gallo Pitagórico, de Juan B. Morales (México, 1857); las publicaciones periódicas El Museo Mexicano; y El Gabinete Mexicano, de Carlos Ma. Bustamante, ambas de 1842; además de las óperas completas de Alessandro Manzoni, París, 1843.
En la Sala Mexicana de la Biblioteca Nacional, Pablo Mora Pérez-Tejada, director de la BNM, agradeció la donación: esta contribución es fundamental para los mexicanos, la historia de la música y de la Medicina, además de que representa la oportunidad de estudiar y dar a conocer al llamado nacionalismo musical mexicano, ya que Ortega fue uno de los que encabezó ese movimiento.
Este precursor de la medicina preventiva en nuestra nación, prosiguió, merece estar en la Rotonda de las Personas Ilustres, “y estamos viendo que así suceda, por la magnitud de lo que hizo como médico y músico”. Se trata de la última parte de la donación del archivo y biblioteca, proceso que inició el 12 de septiembre de 2018. “Hemos dado ya algunos frutos del trabajo que se está haciendo con la herencia cultural de Aniceto Ortega y vamos a seguir en este camino”.
En aquel año, la familia entregó a la BNM 144 partituras manuscritas, incluidas la ópera “Cuautimotzin” (1871); las marchas de Zaragoza, Potosina y Republicana; así como documentos civiles como actas de bautismo, matrimoniales, de defunción o testamentos, y documentos personales: como cartas o diarios y fotografías familiares.
Dolores Latapí Ortega, académica del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, acompañada por su hermana Concepción, en representación de la familia Ortega, expresó: para nosotros es muy importante que el acervo de nuestro tatarabuelo pertenezca a la nación.
El mejor lugar para que su acervo sea resguardado y, sobre todo, estudiado por investigadores, académicos, así como público en general, es justamente la Biblioteca Nacional de México, externó.
Para esta institución, especificó el coordinador de ese recinto, Filiberto Felipe Martínez Arellano, afirmó que custodiar el patrimonio bibliográfico de nuestro país es una de sus principales misiones de la BNM, y esta donación lo enriquece.
El acervo, dijo, será organizará y difundirá para apoyar a los investigadores interesados en la obra y vida de este importante personaje de nuestra historia.
Samuel Máynez, especialista en la obra de Aniceto Ortega, consideró fundamental que se reúna el acervo sobreviviente tanto del doctor Ortega como de su padre, figuras señeras quienes, por motivos extraños, no han tenido el reconocimiento que merecen.
Por ejemplo, Francisco Ortega fue el primero quien hizo un libreto para la ópera con la que arranca la Independencia de México; tuvo seis hijos, todos figuras importantes en nuestro país. Uno de ellos, Aniceto, “fue el introductor de la ginecobstetricia moderna en el país, el primero que hizo una transfusión sanguínea a una parturienta con hemorragia severa y fundador de la Academia Nacional de Medicina”.
En la música sobresalió por ser uno de los fundadores del Conservatorio Nacional de Música, compuso la primera ópera sobre un tema patrio, con la que inicia el nacionalismo musical mexicano en 1871, y cuando se restauró la República, en 1867, fue el encargado por el gobierno de Juárez y la Sociedad Filarmónica Mexicana de componer el himno que debía haber sustituido al que compusieron Francisco González Bocanegra y Jaime Nunó: “la Marcha de Zaragoza se ejecutó muchas veces pero cuando Porfirio Díaz accedió al poder, la vetó y restauró el que sigue vigente”.
Se sabe por crónicas familiares, relató el musicólogo, que la biblioteca de Ortega llegó a tener 10 mil volúmenes. “Lo que vamos a tener aquí es una porción; hay libros del siglo XVIII y los vamos a tener disponibles en el lugar adecuado para su resguardo. Estamos en el proceso de valorizar la figura de este personaje cuyos restos deberán llegar pronto a la Rotonda de las Personas Ilustres”.