Marzo 14, 2022
Por UNAM
El amor cambió en la pandemia desde muchas perspectivas: “por una parte, el confinamiento y la distancia social generaron y reforzaron formas virtuales de contactarse entre las parejas por medio de mensajes, llamadas, chats, videochats, lo que de alguna manera implicó regresar a prácticas antiguas en las que había la posibilidad de conocerse un poco mejor ante la falta de contacto físico. Se tenía que platicar de temas más diversos y variados lo que quizá podría lograr un conocimiento aparentemente más profundo” comenta Tania Rocha Sánchez, investigadora y académica de la Facultad de Psicología.
“Pero –aclara– está la otra versión y no hay que desconocer lo que fue evidente: se incrementó la violencia de género vivida específicamente en el contexto de pareja al igual que la violencia apalabrada tanto familiar como doméstica, y que abre la posibilidad de que no sólo hablemos de violencia entre parejas, sino también hacia hijos e hijas o alguna otra persona involucrada en la familia.”
Para la especialista, el proceso de confinamiento y algunas consecuencias que trajo la pandemia en distintos contextos sociales hizo que las personas se enfrentaran a distintos retos, “desde la pérdida del trabajo, la reducción de un salario, la convivencia forzada, pensando que en México no nada más las familias nucleares conviven en el hogar, sino que hay otros integrantes. Esto se prestó para la posibilidad de conflictos que alteran el orden cotidiano. Hay que agregar lo que implicó la Covid-19 en materia de salud: los integrantes de las familias se contagiaron y enfrentaron procesos complejos, así como pérdidas y no se dieron las condiciones para llevar una serie de rituales que vienen bien como paliativos ante una pérdida, que contribuyen al proceso de duelo. Esas posibilidades quedaron en el aire, sobre todo al principio de la pandemia. No había posibilidad de estar con el familiar en el hospital o en su funeral”.
Incremento en la violencia de género
A decir de Tania Rocha “todas esas cuestiones abrieron la posibilidad a que se gestaran conflictos, desencuentros, situaciones de estrés, aunque cabe aclarar que cuando hacemos referencia a violencia de género rebasa por completo un asunto situado en algo tan específico como el estrés, mal humor, enojo o mala racha de una persona. Hablamos de una violencia que tiene la finalidad de someter a la pareja que está altamente implicada en una serie de dispositivos, prácticas y discursos socioculturales que la validen. Es importante que haya esa distinción y que en todo caso se entienda que quizá lo que empezó a suceder fue que se hizo evidente en la pandemia que no fue resultado de ésta, sino se exacerbó al estar más tiempo en casa”.
En su justa dimensión
“Para dimensionar realmente qué ha pasado con el amor en los tiempos de pandemia, habría que situar de quién estamos hablando, dado que hay muchas noticias en las que se habla de relaciones exitosas que hubo entre personas al contactar por aplicaciones, encontrarse de manera prematura ante la posibilidad de vivir juntas o compartir un espacio, porque el confinamiento los agarró en algún lugar, o en el extranjero, en un país o en circunstancias en las que no había posibilidad de regresar, o se planificó que iba a ser difícil verse; hubo parejas o personas que estaban iniciando algún tipo de cita o salida y se aventuraron, pero habría que pensar en qué contextos porque muchas de estas noticias hablan de países de Europa u otros espacios donde también tendríamos que pensar las condiciones, incluso de cómo funcionan, de qué riesgos pueden haber, si estamos hablando de hombres, mujeres, heterosexuales o no, porque ha habido casos en los que las personas se ven estafadas o viven algún tipo de agravio con la persona con la que hacen match o coinciden, habría que pensar el contexto, la edad y las posibles circunstancias de vida. Algunas pueden tener cierta independencia y el escenario para sostener conversaciones o incluso videollamadas con un grado de intimidad o erotismo importante; sin embargo, no es necesariamente lo que predomina en México. No es lo mismo si hablamos de adolescentes que aún viven en el entorno familiar a pensar en alguien que ya tenía un espacio propio”, señala Rocha Sánchez.
La experta termina apuntando que la pandemia nos lleva a “repensar el mito del amor romántico, cómo funciona una relación, qué nos hace sentir que va bien o mal, qué importancia tiene el contacto físico, el aspecto sexual o erótico, la diversión, tener actividades para compartir. Para algunos, lo que se hizo evidente fue el aburrimiento, la necesidad de tener con quién compartir un espacio y, por ello, los llevó a buscar una pareja, lo que abre esta reflexión de cuáles son las idealizaciones y decidir si la necesitamos. Hay que dejar de pensar en ella como alguien que viene a llenar vacíos o la soledad, o literal a entretenernos, y la regla básica es que para establecer un vínculo, la primera compañía que deberíamos tener somos nosotros mismos”.