19 noviembre, 2021
La IX Cumbre de Líderes de América del Norte en Washington entre dignatarios de Estados Unidos, México y Canadá está lejos de acaparar hoy cintillos aun cuando hay muchos acuerdos, pero pocos programas para ejecutarlos.
La reunión fue relativamente corta pero el documento final largo, cerca de una decena de páginas de enunciados actuales e importantes, pero sin el respaldo de planes específicos, según críticas de algunos analistas quienes hubieran preferido menos diagnósticos y más propuestas concretas.
Se realizó en Washington bajo el lema Reconstruyendo mejor juntos: Una América del Norte segura y próspera, y sirvió para trazar un nuevo camino de colaboración entre los tres países en un momento de retos globales complejos, señala como punto central la declaración.
Parte de la premisa para lograr esa “región segura y próspera” de que América del Norte es un mercado de casi 500 millones de personas, genera cerca de un tercio de los bienes y servicios mundiales, pero contradictoriamente un alto porcentaje de lo que consume no lo produce, sino que lo importa.
A partir del razonamiento de México de solucionar esa contradicción con una integración efectiva en especial las cadenas productivas para agregarles valor, la cumbre toma nota de la necesidad de ponerse de acuerdo para revertir esa situación, pero entendiendo a los tres países no como socios comerciales sino dependientes entre sí.
La declaración capta la idea, pero no revela el cómo se aplicará, y salta a otros temas de la actualidad, aunque menos estratégicos, que figuran sin embargo a la cabeza de las prioridades como es darle solución definitiva o más duradera a la pandemia de Covid-19.
De su control, admiten en el texto, depende en gran medida la recuperación económica, de tal manera que se comprometen a priorizar la solidaridad, cooperación, equidad racial, justicia, diversidad e inclusión en los programas sanitarios
Allí involucran de soslayo a países del sur pues sin un saneamiento general las amenazas virales del SARS-CoV2 o las venideras, siempre estarán al acecho del norte del continente donde la Covid-19 tuvo sus mayores impactos, sobre todo Estados Unidos y México.
Un planteamiento fue trabajar juntos en el reconocimiento de las vacunas avaladas por la Organización Mundial de la Salud aun cuando México alertó desde hace tiempo del lento proceso para aprobar muchas fuera de ámbitos proclives a Estados Unidos que, hasta ahora, limita a unos cuantos laboratorios las certificaciones de biológicos aceptados por Inmigración.
Esto es un problema adicional para México, un país que aplica más de una decena de biológicos, algunos de los cuales como la Sputnik V, no han sido avalados todavía por la OMS y, en consecuencia, quien las tenga puestas no puede ingresar a territorio estadounidense.
La declaración suma muchísimos más enunciados relacionados en primer lugar con la migración y las actitudes timoratas para enfrentar sus causas como exige México e invertir el dinero que se requiere para lograr esta sea opcional y no obligatoria, o último recurso de sobrevivencia.
También menciona la violencia armada, mercados ilegales de armas, necesidad de un enfoque colectivo y coordinado en diversos problemas económicos, sociales y laborales para garantizar la prosperidad y seguridad en los tres países.
Agrega el apoyo a las pymes, al ecosistema cibernético, el cambio climático, así como parar la deforestación, eliminar la desigualdad social, pero en realidad todo como si se tratase de rituales vacíos de las conocidas cartas de intención sin sustento legal o fuerza vinculatoria, como señalan algunos críticos de la cumbre.
De todas formas, el hecho de que después de cinco años de ausencia de ese tipo de reuniones, paralizada en 2016 por las discrepancias, asimetrías y encontronazos del anterior Tratado de Libre Comercio (TLC) que al final los tres países encontraron imperfecto y hasta dañino, se haya concretado esta novena cumbre en armonía, es algo importante a tomar en cuenta.
Ojalá haya una fórmula mágica para que el compromiso de tratar a los dos principales socios comerciales de Estados Unidos como partes de un todo y no dos porciones asimétricas, no resulte un acto de demagogia y las relaciones vuelvan a retroceder y comiencen de nuevo las amenazas de guerras comerciales y arancelarias.
Sería muy bienvenido que lo bueno de la cumbre no quede encerrado entre las fronteras -como lastimosamente reza su lema-, de una América del Norte segura y próspera, y sus beneficios, si los hubiere, alcancen a todo el continente.
Como mínimo, que se termine la era de los bloqueos, aunque el tema no figuró en la agenda de los tres mandatarios cuando debió ser una prioridad.