
Por Russell G. G. Arjona Tamayo
En este mundo de desdoblados -aquellos que sirven a múltiples partidos según convenga-, no queda más que observar con escepticismo cómo los mismos actores que ayer veneraban a los Belanusarán y también llamaban a votar contra los guindas, hoy (y hace poco) reaparecen en la palestra pretendiendo liderar el discurso público.
No sé si sean muchos o pocos, pero su incongruencia es evidente. En este México actual, parece que no hay opciones genuinas: el sistema político del pasado persiste, reproduciendo sus vástagos y marginando a quienes aspiran a un cambio noble. Mientras tanto, los intereses particulares dictan su brújula: hoy abrazan una bandera, mañana otra, según les convenga.
¿Por qué señalar esto? Porque es innegable. Mientras la clase política empanizada (siempre la misma masa rehecha) intenta arrastrar al país hacia atrás, el pueblo observa, cansado de tácticas cínicas. Como ciudadanos libres, solo nos queda documentar, esperar y, llegado el momento, ejercer el derecho que nos da el Artículo 35 constitucional —aunque ellos, cómodos en su burbuja, ignoren que hay agentes internos y externos acechando su frágil status quo.
En fin, esta es la realidad que quería plasmar: un sistema que se recicla, pero que tarde o temprano enfrentará su obsolescencia.