Marzo 23, 2023
Por UNAM
Más de 2,300 millones de personas viven en países con estrés hídrico y de ellas 733 millones habitan en naciones con estrés hídrico crítico, lo que significa que la demanda de agua en dichas regiones es más alta que la cantidad disponible o que su uso ha sido restringido por su baja calidad. Asimismo, que 26 por ciento de la población mundial carece de acceso a servicios de agua potable gestionados sin riesgos.
Pero no son las únicas cifras alarmantes difundidas por la ONU-Agua. En su informe Summary Progress Update: SDG 6 — water and sanitation for all señala que 107 países no están “bien encaminados para gestionar de manera sostenible sus recursos hídricos de aquí a 2030”. Y para 2025 habrá 1,800 millones de personas viviendo en países o regiones con absoluta escasez.
Ante dicha situación, expertos alrededor del mundo han recordado las palabras de Ismail Serageldin, vicepresidente del Banco Mundial, quien en un discurso fechado el 2 de noviembre de 1995 afirmó que “si las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las del próximo siglo serán por el agua” y la historia reciente parece darle la razón.
No obstante, para Manuel Perló Cohen, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, los potenciales conflictos que pueda originar la falta de agua potable están a tiempo de ser prevenidos: “Sí se puede evitar, sí se puede disminuir el riesgo y la tensión. No se trata de presentar una visión apocalíptica de que vamos a enfrentarnos inevitablemente por temas del agua”.
El coautor de ¿Guerra por el agua en el Valle de México? dijo que, de acuerdo con la World Water Organization, se tienen registrados 1,298 conflictos mayores relacionados con recursos hídricos desde el año 2500 a. C. “Sólo de 2020 a 2022 hubo 202 pugnas por el agua. Es una bandera roja, si no hacemos una serie de cambios, si no modificamos todo el espectro del problema, la situación llegará a los enfrentamientos y posiblemente hasta la guerra”, señaló el universitario.
Focos rojos
De acuerdo con Perló Cohen, hay cinco zonas alrededor del mundo donde las disputas por el agua podrían intensificarse en el corto y mediano plazos si no se promueve una mediación efectiva entre los distintos actores involucrados:
• Cuenca del Nilo: De las aguas de este río, que históricamente ha sido ligado a Egipto, dependen más de 250 millones de personas en 9 naciones distintas; además de la antes mencionada, su paso recorre el territorio de Burundi, la República Democrática del Congo, Egipto, Kenia, Ruanda, Sudán, Uganda, Tanzania y Etiopía.
“Todo lo que se haga en algún punto del Nilo afecta a los demás, ahora la preocupación existe porque en Etiopía se está construyendo una gran presa –quizá la más grande de toda la cuenca– servirá mucho para el país –dará electricidad, riego, etcétera– pero puede afectar a Egipto; ellos no pueden permitir que el río sufra una modificación mayor, porque es una nación que sigue creciendo en población y que requiere muchos alimentos, no puede ver disminuida la corriente de agua que tiene”, subrayó el investigador.
• Río Indo: Uno de los afluentes más extensos de Asia es compartido por India y Pakistán, países que han intentado en las últimas décadas definir cómo y quién tiene derecho a su corriente sin conseguir llegar a un acuerdo. Los conflictos étnicos y religiosos entre ambas naciones abonan a la situación de inestabilidad. La BBC calcula que para el 2050 el Indo y las industrias que dependen de éste generarán una derrama económica de 2.6 billones de dólares.
• Cuenca del Tigris y del Éufrates: El caudal compartido por Turquía, Siria e Irak, relató Perló Cohen, ha ocasionado tensiones debido al control que han impuesto los turcos sobre el agua río arriba, ocasionando una falta de suministro para sus vecinos del sur.
“La guerra civil en Siria, en opinión de muchos analistas, tiene que ver con la gran sequía que se dio entre 2006 y 2011, factores climáticos y ciertas obras empezaron a restringir el flujo río abajo que afectó especialmente a un país que es semidesértico, como es el caso de Siria”, añadió el especialista.
• Cuenca del Ganges-Brahmaputra: En el caso de este torrente, según información de la BBC, se espera que para el 2050 genere 4.9 billones para la economía de la zona; de ahí su importancia para quienes lo comparten: India y Bangladesh. Como puntualizó el universitario:
“Hay controversias sobre qué debe hacerse con el río, cuánta agua se le puede extraer. Un tema muy presente es el de la contaminación, ya no es solamente si me quitas el agua o vas a poner una presa, sino qué estás vertiendo al río. Si estás vertiendo desechos de la agricultura –como fertilizantes– o industriales, estás afectando la calidad del agua que recibiré río abajo. Es otro foco de preocupación.”
• Río Colorado: Sus más de 600,000 kilómetros de extensión inician en Estados Unidos y terminan en territorio mexicano, más de 40 millones de personas y 2 millones de hectáreas dependen de su caudal. Una fuerte sequía en Colorado, Utah y Arizona lo ha afectado considerablemente.
“La situación está impactando en México, que tiene cada vez menos agua. Es una zona que genera muchas preocupaciones”, consideró Perló Cohen.
La ONU señala que otras zonas de conflicto latente son las aguas del Silala, en Sudamérica, que son disputadas por Chile y Bolivia, principalmente, aunque no son los únicos que dependen de ellas, ya que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay las usan para abastecerse.
En el caso de Israel y Palestina, cuyo conflicto político y territorial se ha agudizado recientemente, la disputa es por el control del río Jordán y los acuíferos de las localidades de Gaza y Cisjordania. En 1967 fueron declaradas por los israelitas como su propiedad total, situación que obliga al pueblo palestino a comprar agua de su antagonista.
La cuenca del Zambeze, ubicada al sur del continente africano, es peleada por Zambia, el Congo, Mozambique, Angola, Namibia y Zimbabue, es considerada por la ONU como uno de los sistemas hídricos más sobreexplotados del mundo. En el año 2000, su control estuvo a punto de desatar un conflicto armado entre Mozambique y Zimbabue.
¿Qué hacer?
La solución, en palabras de Manuel Perló Cohen, está ligada a “actuar proactivamente para anticiparnos a los conflictos mediante acuerdos, negociaciones y cooperación. ‘Aquí tenemos focos rojos, vamos a actuar, vamos a convocar a las autoridades, a los empresarios, a las organizaciones ambientales a todo mundo para analizar el problema’. Por ejemplo, ¿cuánta agua hay que darle a cada región? ¿Cómo tratar los contaminantes?”
Señaló que es indispensable pensar en conseguir la satisfacción de las necesidades de la población más afectada en el planeta y la situación a la que se enfrenta. “No sólo pasa en las regiones agrícolas en África y en los lugares menos desarrollados del mundo, sucede en ciudades como la de México. Aquí hay 9.3 millones de habitantes y por lo menos un millón no tiene acceso al agua”.
El experto propuso que a futuro se establezca un fondo financiero internacional que ayude a resolver estas problemáticas, en el que los países más ricos ayuden a quienes lo necesiten, así como hacer hincapié, internacionalmente en el uso eficiente y racional de nuestros recursos hídricos. Así lo expuso:
“Hay que buscar la solución en los acuerdos, el uso racional, el uso de tecnología, la justicia, el financiamiento global y las soluciones locales. La época de los grandes volúmenes de agua como recurso hay que dejarla atrás, hay que abandonarla. Lo que tenemos es un recurso finito, ésa es con la que contamos y, sobre todo, si nos las llevamos de una región a otra vamos a generar problemas muy serios, como está pasando actualmente en Xochimilco”. Y aventuró: “Creo que podemos evitar el peor escenario, pero debemos trabajar mucho”.
¿Y MÉXICO?
En “Perspectivas del agua en México, propuestas hacia la seguridad hídrica”, una investigación difundida en 2022 por la Red del Agua UNAM, el Centro Regional de Seguridad Hídrica, la UNESCO y Agua Capital: Soluciones para seguridad hídrica, se advierte que nuestro país tiene una “disparidad geográfica entre la disponibilidad de agua y la distribución de la población y sus actividades económicas”.
Esto significa que “en el norte, centro y noroeste del país, que ocupan 78 por ciento del territorio, habita 77 por ciento de la población y se genera 83 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), aunque únicamente se tiene 33 por ciento del agua renovable; mientras tanto, en el sureste, que ocupa 22 por ciento del territorio, habita 23 por ciento de la población y se genera 17 por ciento del PIB, se cuenta con 67 por ciento del agua renovable”.
Además, apunta el reporte, nuestro país enfrenta una serie de desafíos importantes a futuro ya que sólo 52 millones de personas no tienen agua todos los días en su domicilio; y aproximadamente 6 millones de personas carecen de acceso al agua potable y 11 millones de acceso a saneamiento.
Otros datos alarmantes subrayan que sólo 14 por ciento de los mexicanos reciben agua las 24 horas del día, mientras que únicamente 50 por ciento del volumen recolectado tras su uso recibe algún tratamiento y 40 por ciento del líquido que se distribuye se pierde a causa de fugas.
En el caso de nuestros cuerpos de agua, 60 por ciento de ellos cuenta con algún grado de contaminación y 157 de los 653 acuíferos son sobreexplotados.
La investigación alerta que 50 por ciento del territorio nacional ha perdido su cobertura vegetal y sufre afectaciones a sus ecosistemas y fuentes de agua. Asimismo, 70 por ciento de la extensión territorial presenta un alto o muy alto grado de presión hídrica.
Los problemas, argumentan, sólo empeorarán con el recrudecimiento de las condiciones del cambio climático, ya que el incremento de la temperatura y la alteración de las lluvias afectan la disponibilidad y la calidad del agua. Veinticuatro por ciento de los municipios del país presentan una vulnerabilidad climática alta.