Febrero 25, 2023
En México, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud, a finales de 2021 había 22 mil 859 personas en lista de espera para recibir un órgano o tejido. De ellas, 17 mil 299 solicitaban un trasplante de riñón; cinco mil 259 de córnea; 238 de hígado; 54 de corazón; y nueve más requerían dos órganos.
Según el Observatorio Mundial de Donación y Trasplante (GODT, por sus siglas en inglés), cada año se realizan más de 100 mil procedimientos de riñón en el orbe, frente a los más de cinco millones de pacientes que se someten a diálisis anualmente. La enfermedad renal crónica tiene una prevalencia mundial de 9.1 por ciento; se calcula que provoca 1.2 millones de muertes anuales y la pérdida de 35.8 millones de años de vida.
El profesor de la carrera de Médico Cirujano de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la UNAM, Dante Amato Martínez, considera que para numerosas personas es la única alternativa para salvar su vida ante enfermedades como insuficiencia cardiaca, cirrosis, falla hepática aguda grave, cáncer de hígado e insuficiencia renal, entre otras. No obstante, el más frecuente en México y el mundo es el de riñón.
El nefrólogo precisa en entrevista que datos del GODT indican que de los dos mil 143 que se realizaron en el país en 2021, prácticamente todos fueron de riñón; es decir, mil 974 (92 por ciento); mientras que de hígado solo 135 (seis por ciento); 26 de corazón y seis de pulmón. No hubo ninguno de intestino delgado, ni de páncreas.
En ocasión del Día Mundial del Trasplante de Órganos y Tejidos, que se conmemora el 27 de febrero, el especialista universitario refiere: aunque durante el confinamiento por la pandemia de la COVID-19 esta actividad médica disminuyó a nivel global, se recuperó y crece en 13 por ciento.
Estados Unidos y España son “los campeones mundiales de trasplante”. En 2021, EUA efectuó 25 mil 490 trasplantes renales; Brasil, cuatro mil 559; España, dos mil 950. En Argentina –cuya extensión territorial es más grande que la de México, pero con una población menor– se tuvieron mil 237 y en nuestro país mil 974. De ellos, 475 fueron de cadáver y mil 499 de donantes vivos.
Si se toma en cuenta la población de los cinco países mencionados, en EUA se llevaron a cabo 76.57 trasplantes renales por millón de habitantes (pmh); España, 63.37 pmh; Argentina, 27.13 pmh; Brasil, 21.3 pmh; y en México solamente 15.15 pmh.
En nuestra nación, de las dos posibles fuentes de donación de riñón, la mayor parte proviene de donadores vivos y, en menor proporción, de cadáveres. Por lo general se trata de personas que deciden darle uno de sus riñones a un familiar, a un amigo o a un conocido. Situación contraria ocurre en España, donde la fuente principal es de cadáver, debido a que su legislación permite disponer de los órganos de la mayoría de los seres humanos que fallecen en esa nación.
“En ese país se tienen aproximadamente ocho donaciones de cadáver por cada donación de persona viva. También en Estados Unidos, Argentina y Brasil la mayor parte de los riñones trasplantados proceden de donadores cadavéricos; nosotros somos los únicos que vamos al revés, a contracorriente, pues la mayor parte de los trasplantes de riñón son de donantes vivos, y solo uno de cada cuatro trasplantes proviene de gente fallecida, cuando esta última debería ser la fuente principal de disposición de órganos”, añade el universitario.
Propuestas
Al afirmar que la lista de espera de pacientes para recibir un órgano es por lo menos del doble del número de unidades funcionales disponibles, Amato Martínez considera que para incrementar la cultura de donación convendría contar con una legislación similar a la de los españoles, en ella se asume que si un individuo falleció y no manifestó su deseo de no donar sus órganos al morir, se considera que sí acepta la donación. “Pero aquí, en México, hay que pedir permiso a los deudos, quienes en su mayoría se negarán”.
Indica que México cuenta con la infraestructura necesaria para la práctica de trasplantes –casi 100 centros–, así como con los trasplantólogos, muchos de ellos reconocidos por sus pares a nivel mundial. Sin embargo, es bajo el número de procedimientos.
También existen otros problemas graves, por ejemplo cuando un paciente llega a la etapa de insuficiencia o enfermedad renal crónica, para continuar con vida debe recibir un tratamiento de reemplazo de la función renal. Para ello existen diferentes alternativas como diálisis peritoneal o hemodiálisis, y el trasplante. Sin embargo, este es más costoso que la diálisis, pero si se considera la relación costo/beneficio, es mucho más conveniente.
Es importante, prosigue, brindar apoyo a las personas que reciben un riñón, pues además de tratarse de intervenciones quirúrgicas complejas y caras, los pacientes trasplantados deben tomar inmunosupresores, medicamentos que también son costosos.
Además, si se compara la calidad de vida que tiene un paciente que se dializa, contra la de uno trasplantado, “la diferencia es como la del día y la noche, la calidad de vida de quien ha recibido un riñón es mucho mejor”.
Plantea que un donador cadavérico puede salvar la vida de cinco a siete personas, a través de la donación de su corazón, pulmones, hígado, páncreas, riñones e intestino delgado, entre otros. La piel, huesos, médula ósea y córneas son tejidos también trasplantables. Una persona viva, después de una serie de exámenes médicos, puede donar un riñón o un segmento de hígado, por ejemplo.
Es fundamental realizar campañas continuas de donación de órganos y tejidos, por parte del gobierno y también de organizaciones no gubernamentales. “Todo el año deberíamos hacer labores educativas y de convencimiento para aumentar el número de donantes, falta mucho trabajo por hacer”. Es un acto de solidaridad permitir que algún niño o adulto recupere la salud y pueda conservar la vida mediante la recepción de un órgano, concluye.