Diciembre 12, 2022
Ícono de la medicina nacional, universitario ejemplar y maestro en el más amplio sentido de la palabra, Octavio Rivero Serrano, exrector y profesor emérito de la UNAM, logró una trayectoria académica sobresaliente y realizó aportaciones fundamentales a esta institución. Para él, la Universidad representó toda su existencia.
Médico de profesión, docente y humanista por vocación, se ocupó -como uno de sus ejes esenciales- de la ética, salud y educación de los mexicanos; su interés por mantener un alto nivel de calidad en el ejercicio médico del país también fue permanente.
Originario de la ciudad de Puebla (15 de junio de 1929) realizó sus estudios profesionales en la entonces Escuela Nacional de Medicina de la UNAM, donde se recibió con Mención Honorífica como médico cirujano en 1953, con la tesis “Reconstrucción experimental de la tráquea”. Posteriormente se especializó en enfermedades respiratorias.
Su carrera en la “más humana de las ciencias” inició en el Hospital General de México de la Secretaría de Salud, donde fue jefe de la Unidad de Neumología, del Departamento de Cirugía Experimental y de Enseñanza e Investigación; además de subdirector Médico.
Su dedicación a la Universidad mediante su labor docente, de investigación y su actividad académico-administrativa fue total. Académico de la Facultad de Medicina (FM) durante más de seis décadas, el universitario comenzó su labor como ayudante de profesor de Patología del aparato respiratorio; desde entonces, la docencia fue una actividad predominante en su vida.
Entre sus principales cargos, Octavio Rivero se desempeñó como director de la FM (1977-1980). Ahí promovió la actualización médica de los estudiantes en el posgrado y la actividad docente-asistencial de los académicos.
Además, impulsó un programa de tutores para fortalecer la formación de los alumnos, así como cursos intensivos sobre temas no incluidos en el plan de estudios.
A fin de fomentar el gusto por la cultura entre los jóvenes, alentó un programa de actividades que incluyó conferencias sobre la historia de México, exposiciones de pintura, conciertos de la Orquesta Sinfónica de la Preparatoria y música ranchera.
Sus aportaciones a la UNAM
Según sus propias palabras, “la posición más interesante, más honrosa, más estimulante, más gratificante a la que cualquier universitario puede acceder es la de Rector”, responsabilidad que desempeñó del 3 de enero de 1981 al 31 de diciembre de 1984.
“Desde la Rectoría, uno puede visualizar todo el desarrollo del país”, afirmó en una entrevista donde también destacó que, sin duda, la UNAM fue el proyecto cultural nacional del siglo XX y lo que acontecía en ella tenía impacto en la nación. Así, buscó defender su calidad de universidad pública y autónoma, y el reconocimiento de su prestigio en los ámbitos nacional e internacional.
El entonces rector Rivero puso especial atención en vincular la docencia con la investigación; instauró el Programa de Superación del Personal Académico; estableció una reserva ecológica en los terrenos de Ciudad Universitaria; y creó los programas universitarios con los que la institución se ligó a los problemas de la sociedad.
Uno de sus más grandes retos fue la administración del presupuesto, toda vez que resultaba insuficiente para todas las necesidades. Durante su gestión se inició una reforma académico-administrativa; propuso el documento “Evaluación y marco de referencia para los cambios académico-administrativos”, y en respuesta surgieron más de 60 proyectos que configuraron el “Plan de desarrollo institucional”.
En su rectorado también se creó lo que hoy es el campus Morelos de la UNAM, con la instalación del actual Centro de Ciencias Genómicas en la ciudad de Cuernavaca.
Asimismo, instauró el concepto integral de Extensión Universitaria, a la cual concibió como la instancia dedicada a difundir el conocimiento y la cultura, así como a extender la docencia y la investigación. Por lo anterior, en su periodo se crearon programas para fomentar la preservación y producción de modelos culturales a partir de los fundamentos históricos de la realidad nacional mexicana.
Uno de sus mensajes que más se recuerda es el que pronunció en su toma de posesión cuando expresó que la misión fundamental de las universidades “no se ha modificado: hoy más que nunca, les corresponde formar a los profesionistas, especialistas e investigadores que, altamente capacitados, se constituyan en los elementos de transformación económico-social del país en que viven. Sólo así, los universitarios serviremos al país”.
A los estudiantes, a quienes calificó como la parte más importante de la institución, les dijo:
“Pretendo que sean capaces de comprender la oportunidad que les brinda el país; el privilegio que tienen de instruirse y educarse en una de las mejores universidades del continente y que, en correspondencia a esa oportunidad y a ese privilegio, deben procurar hacer su máximo esfuerzo por prepararse como universitarios en bien de ellos mismos, de nuestra institución y del país.
Una universidad que no forma los recursos humanos con la capacidad profesional necesaria, o que no educa para que comprendan su obligación con el país, falta a su compromiso: profesionistas sin preparación académica son ineficaces para cumplir su cometido; profesionistas sin conciencia social pierden la meta de su formación”, expresó en aquel entonces.
Promotor y protector de la salud
Reconocido por su capacidad como cirujano, el también exembajador de México en Italia, creó en 1991 el entonces llamado Programa Universitario de Medio Ambiente, con el propósito de promover la investigación y la difusión con un enfoque multidisciplinario de los problemas ambientales. Esta iniciativa dio paso al inicio de una nueva especialidad médica en el país: la medicina ambiental.
En 1995, al también expresidente de la Academia Nacional de Medicina -de la cual fue miembro honorario-, lo nombraron secretario del Consejo de Salubridad General donde desarrolló los programas de Certificación de Hospitales, de Medicamentos Genéricos Intercambiables y de Certificación de Médicos Generales.
Constante promotor y protector de la salud de los mexicanos, en 1998 creó el seminario “El ejercicio actual de la Medicina” en la FM, que en 21037 cambió su nombre por el de “Medicina y Salud”, mediante el cual planteó temas como el uso inmoderado de la tecnología, la pérdida de la relación médico-paciente, el consumismo de medicamentos en forma innecesaria, la conversión de la medicina como profesión hacia una industria, el envejecimiento, dilemas éticos en el área y la necesidad de una cobertura universal en salud.
Rivero Serrano recibió la Condecoración “Dr. Eduardo Liceaga”, el mayor reconocimiento que otorga el Consejo de Salubridad General, entre otras distinciones. El expresidente de la Sociedad de Neumología y Cirugía de Tórax fue miembro honorario de la Academia Mexicana de Cirugía.
Autor de libros como Manual de Terapéutica Médica, y coautor de otros como Neumología, a lo largo de su vida docente el distinguido universitario formó a estudiantes de pregrado y posgrado en la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Médico Militar, la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara y en los institutos nacionales de Salud.
Preocupado por los grandes adelantos de la ciencia médica que en ocasiones no prolongan la vida, Rivero Serrano expresó en alguna ocasión: “no sé si aparte de mis familiares cercanos alguien se acuerde de mí después de haberme ido. Quisiera que ellos recordaran el gran cariño que les he tenido”.