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En busca de vida en Titán, la luna de Saturno con ríos, lagos y mares

Un robot que será enviado en 2027 por la NASA a Titán, una de las lunas de Saturno, podría resolver por fin la interrogante de si existe o existió vida en el lugar.

Abril 18. 2021

A pesar de que actualmente, en comparación con décadas anteriores, tenemos un conocimiento más profundo sobre la composición de los planetas y las lunas que conforman el sistema solar, aún desconocemos si en alguno de estos puede existir vida o no.

Para despejar la interrogante, en 2005 el robot Huygens de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), transportado por la sonda Cassini, descendió por la densa atmósfera de uno de los satélites naturales más importantes de Saturno: Titán. Se trata de una de las pocas lunas del sistema solar que podría albergar algún tipo de forma de vida ya que, después de la Tierra, es el único sitio conocido que posee ríos con agua líquida, además de lagos y mares.

En 2010, luego de analizar los datos recogidos por esta misión, los científicos reportaron anomalías en su atmósfera. Dichas anomalías podrían estar relacionadas con la presencia de organismos productores de metano, aunque no descartaron, en su momento, que dichos procesos estuviesen vinculados con otro tipo de actividad química.

Aunque los datos que aporta el robot Huygens resultan de suma importancia, no son lo suficientemente esclarecedores para llegar a la conclusión de si en Titán hubo o hay vida.

Por ello, la NASA pretende lanzar en seis años, en 2027, una sonda de exploración a este satélite, llamada Dragonfly (Libélula), que buscará estudiar la química prebiótica (aquella que da lugar a las primeras formas de vida). Para ello realizará vuelos con despegues y aterrizajes verticales en varios sitios del satélite.

La misión está programada para durar al menos treinta y dos meses y podría extenderse si el vehículo y los instrumentos que lleva a bordo mantienen su funcionamiento normal.

El objetivo de la misión será el de investigar si la vida probiótica evolucionó en Titán. Para ello será necesario reconocer los rastros químicos que pudieran indicar que ésta se pudo desarrollar a partir de agua o bien de hidrocarbonos. Estos últimos son compuestos orgánicos basados en la mezcla de los siguientes elementos químicos: carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno.

Poco después de que la Tierra se formara, hace unos 4,600 millones de años, poseía un ambiente en el que la química era muy parecida a la que actualmente existe en Titán. No obstante, en nuestro planeta los procesos químicos se convirtieron en biológicos, es decir, comenzaron a emerger organismos cada vez más complejos que dejaron de ser unicelulares.

La mayor parte de los procesos químicos que tienen lugar en Titán ocurren en su atmósfera, la cual está compuesta por un 95% de nitrógeno y 5% de metano. Las moléculas de metano se dividen porque son aceleradas por el magnetismo de Saturno y por la luz ultravioleta del Sol. Ello permite que el nitrógeno escape y que otras moléculas se recombinen en hidrocarbonos.

Dada la actual cantidad de metano que existe en la atmósfera de Titán, es posible que la vida de este gas sea de 10 millones de años. Por esta razón, el robot Libélula buscará información sobre el origen del metano así como la longevidad de la atmósfera de este satélite.

Imagen del satélite más grande de Saturno, Titán. Fuente: Shutterstock.

Sin embargo, los científicos no están lo suficientemente seguros de cómo la atmósfera de esta luna se resurte de metano. Algunas hipótesis apuntan a que podría estar almacenado en reservorios en su corteza, como resultado de erupciones volcánicas. También se plantea la posibilidad de que este gas en realidad surge de respiraderos sulfúricos subacuáticos. Por lo que Libélula resultará de importancia capital para resolver esta y otras interrogantes, ya que tendrá acceso a información de primera mano.

Respecto a misiones de este tipo, aún no hay un consenso con respecto a su utilidad. Así, mientras que la comunidad científica y un porcentaje de la gente las ven con buenos ojos porque nos llevarían a un conocimiento más profundo sobre los orígenes de la vida en nuestro sistema solar, hay otros quienes las desdeñan porque, arguyen, representan solamente dinero tirado a la basura que se debería aprovechar para resolver primero los problemas cruciales que aquejan a la Tierra y a nuestras sociedades.

No hay todavía una encuesta que nos diga con datos duros qué piensa la gente respecto a este tipo de misiones. Pero, de acuerdo con una investigación llevada a cabo por el Pew Research Center a lo largo de varios años, aproximadamente tres cuartas partes de los estadounidenses (el 73%) dijo que la ciencia, en general, tuvo un efecto positivo en la sociedad. Y el 83% espera que los desarrollos científicos futuros produzcan beneficios para la humanidad. En México, según la Encuesta sobre Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología (Enpecyt) de 2017, el 90% de los mexicanos está de acuerdo con que el gobierno incremente la inversión para investigación científica.

Una comprensión más profunda sobre nuestros orígenes como especie, así como el futuro de las generaciones venideras en el espacio, depende del esfuerzo tecnológico que tanto gobiernos como la iniciativa privada lleven a acabo. Además, no podemos dejar a un lado nuestra innata curiosidad por conocer. Con ésta se ha logrado forjar gran parte de lo que somos como civilización. Para bien o para mal.

Con Información de Aristegui Noticias

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