Octubre 6, 2022
Por UNAM
Los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), como la anorexia y bulimia, pueden ser consecuencia de los estereotipos sociales, las críticas y los comentarios sobre el aspecto físico de las personas. Derivan en daños a la salud física y emocional de quien los padece, así como en los ámbitos social, académico y familiar de sus vidas, como ha ocurrido con los testimonios que se presentan a continuación:
La comida no es la enemiga
Daniela
Tuve anorexia y bulimia. Empecé a restringir comidas cuando tenía como nueve años. Lo hacía por la presión que tenía, siempre fui una persona más alta que el promedio y nunca me explicaron que mi peso evidentemente tenía que ser mayor, así que me acomplejaba pesar más que el resto de mis compañeras.
En la adolescencia, principalmente tuve bulimia y no puedo decir que estoy del todo recuperada. Aproximadamente, cada año tengo cierta recaída, ahora llevo como año y medio sin tenerla. Siento que es algo que nunca se irá, porque te aprendes el contenido energético de cada cosa que comes y de manera inconsciente mi mente está contando calorías.
No tuve ayuda adecuada para salir de ahí, ni siquiera yo sabía que tenía un problema hasta que investigué. Me preocupaba todo lo que le estaba haciendo a mi cuerpo: tenía menstruaciones muy dolorosas, me daba muchísimo frío, me veía muy enferma y no me gustaba.
Cuando era más joven muchas amistades se alejaron de mí por lo mismo. Mi madre siempre lo invalidó, pero sabía que tenía un problema. Durante esa época tenía el colesterol muy alto, hipersensibilidad y debilidad en los dientes, sufrí caída de cabello y tenía flacidez corporal por los cambios tan drásticos de peso.
Hay que sanar primero la relación que tenemos con la comida y dejar de verla como algo bueno o malo, sólo es comida. Los estereotipos y lo que digan sobre ti da igual. Vivir un cuerpo delgado con tantas consecuencias no vale la pena.
Son como un hoyo negro sin salida
Gabriela*
Comencé con anorexia a los 10 años por aceptación social y por gustarle a un niño. Desde chiquita he sido una persona un poco rellena y mi familia me dice gordita. Cuando cumplí 10 era la única en mi grado que estaba desarrollándose a esa edad y no faltó la compañerita que hizo comentarios como: “estás gorda”.
Dejé de comer durante medio ciclo escolar, hasta que empecé con calambres constantemente, me dolían mucho las rodillas, no podía caminar y mucho menos correr, estaba delgadísima. Me di cuenta que estaba mal y dejé de hacerlo.
En quinto año comencé a ser bulímica, esta vez fue influencia de las redes sociales, porque veía a las modelos de Victoria’s Secret. Comía por ratitos, en la noche me daba atracones hasta que mi estómago no pudiera, después iba al baño y me provocaba el vómito.
Mi psicólogo me dijo que debía aceptarme tal y como soy y no hacer barbaridades con el fin de agradarle a cierta población. Si yo pudiera regresar el tiempo le diría a mi yo de 10 años que es bonita, a pesar de que no tenga novio ni amigos.
Ser bulímico y anoréxico es como estar en un hoyo negro sin salida. Hablo por las víctimas de trastornos, porque la gente, especialmente las niñas, quieren verse lindas por los modelos a seguir. Al que quiera intentarlo y al que ya está: sal de esa zona roja. Ve al nutriólogo, al psicólogo, con un profesional. No están solos, habrá alguien que se interese y a quien le importe cómo están.
Las palabras pueden dañar la salud de una persona
Valeria*
Tengo anorexia, pero está en remisión. También tuve bulimia hace como seis años. En mi infancia estuve en deportes de alto rendimiento, por lo que era muy delgada. Cuando entré a la universidad tenía menos tiempo para hacer ejercicio y mi dieta cambió, entonces comencé a subir de peso.
Me sentía bien, no tenía problema con mi imagen, pero todo el mundo hacía comentarios sobre mi peso. Al principio no me importaba, pero después mi mamá me compró pastillas para bajar de peso y eso fue como un detonante para mí.
Por ansiedad y depresión iba al psiquiatra, pero tenían muy malas praxis y me recetaron un medicamento que no era adecuado para mí, por lo que el primer mes me quitó el apetito y bajé cerca de 10 kilos, a partir de ahí empezó mi conducta alimenticia.
Vomitaba a veces, pero platicando con mis amigos me di cuenta que mi valía como ser humano no debía estar en mi peso, vi qué tanto estaba atentando contra mi salud y dejé de vomitar.
Creo que ahora mi relación con la comida es más sana, aunque como tengo trastorno por déficit de atención e hiperactividad a veces es un poco abrumador pensar en todo el proceso para poder tener una comida decente en el día.
Lo que más me ha ayudado es ir al psicólogo, con el psiquiatra y también con nutriólogas especializadas en el tema. Mis amigos y amigas son mi contención, eso sirve bastante. Desde ese entonces trato de jamás hablarle a las personas sobre aspectos de su físico que pueden dañarles.
Ningún peso vale lo que esos trastornos te quitan
Jimena*
Tuve anorexia, empezó cuando cumplí 13 años. De niña siempre había sido muy delgada y era algo que en danza clásica se recompensaba mucho, se me aclamaba el hecho de que me viera de cierta forma. Pero llegó un momento en el que empecé a crecer y mi cuerpo comenzó a cambiar.
Perdí el interés en cualquier otra cosa y pensaba en comida todo el tiempo. Estuve en urgencias varias veces, tuve amenorrea, osteopenia, el cabello se me caía, las uñas se me descarapelaban, me veía pálida, huesuda y me llenaba de moretones.
La anorexia me quitó absolutamente todo, mi felicidad, mi salud y lo único que me dio fue el miedo de irme a dormir sin saber si al día siguiente iba a despertar. Ningún peso, ningún sentimiento de recompensa o de alegría momentáneo va a valer jamás lo suficiente como para perder todo lo que la anorexia, la bulimia o cualquier trastorno alimenticio te va a quitar.
Creo que continúo en un proceso de recuperación, sigo yendo con la psicóloga especializada en trastornos alimenticios. Definitivamente, el cambio que he tenido ha sido abismal, me encuentro en un punto en el que jamás pensé que volvería a estar.
Para cualquiera que lo piense: ¡detente!, porque una vez que caes es muy complicado salir. Y para todos los que ya están adentro, sí se pueden recuperar y sí pueden volver a sentirse contentos, plenos con el cuerpo que les haya tocado tener. Ojalá que elijan pedir ayuda porque de esto no se puede salir solo.
Hay otras alternativas
Sandra*
Empecé a subir de peso a los 12 años. Cuando entré a tercero de secundaria las niñas empezaron con los novios, las quinceañeras, las fiestas y pues para mí era difícil encontrar ropa porque tenía mucho sobrepeso, nadie me invitaba a bailar, no tenía novio y entonces me puse a dieta, pero no podía dejar la comida chatarra.
A los 17 entré al gimnasio, a veces me la pasaba todo el día ahí. Después, empecé a tomar laxantes. Cuando tenía 19 comencé a provocarme el vómito, primero era como una medida extrema cada que rompía la dieta, luego lo hacía diario y ya no podía controlarlo.
Es una vida bien miserable, porque es un secreto, yo no lo andaba diciendo a todo el mundo. Viendo en retrospectiva, era difícil vivir conmigo, yo estaba en una lucha constante para tratar de dejar de hacer algo, pero no podía. Quedé casi sin vida social, me la pasaba mucho tiempo aislada en mi casa.
Sé que no estoy curada, pero me recuperé usando los 12 pasos de alcohólicos anónimos, porque desde los 17 hasta los 48 fui a psiquiatras, hice yoga, fui al psicólogo, traté de controlar esto de muchas maneras, pero no. Hasta que un día encontré el “Grupo viviendo en la solución”, y eso me ayudó.
Hay mucha gente que está sufriendo y no sabe que sí se puede recuperar, lo que yo hice es una opción más, a mí me ayudó y si le puede ayudar a otras personas qué maravilla. Tenemos reuniones por Zoom de manera gratuita y anónima.
*Nombre ficticio para cuidar su identidad