Septiembre 9, 2022
Camilla de Cornualles, convertida en reina consorte del Reino Unido tras la muerte de Isabel II, fue durante bastante tiempo la mujer más odiada del país. Corría la década de los 90 cuando Camilla Parker Bowles fue culpada de la ruptura matrimonial de Diana de Gales y el príncipe Carlos .
«¿Sabía usted que mi bisabuela y su tatarabuelo fueron amantes?»: esta fue la primera frase que Camilla le dijo a Carlos cuando se conocieron precisamente durante un partido de polo el que la unió con el heredero a la Corona un hombre con el que tenía muchas cosas en común, desde su gusto por el polo, la caza y el campo hasta un fino sentido del humor.
Ambos empezaron a verse, pero Carlos tuvo que marcharse a servir en la Royal Navy y, a su vuelta, Camilla estaba comprometida con Andrew Parker Bowles. Ella se casó y tuvo dos hijos, pero la sintonía con el príncipe Carlos era más que evidente, continuaron siendo amigos y el heredero se convirtió en el padrino de su hijo Tom.
Según las reglas de la realeza, el heredero al trono debía elegir a una mujer que supiera cruzar los pies con decoro, tomar el cubierto correcto, usar las palabras adecuadas en una conversación entre royals y sobre todo y principal fuera virgen.
Carlos finalmente encontraría en Diana de Gales la candidata que parecía perfecta para todos (aunque quizás no a sus propios ojos). En junio de 1981, solo unos meses después de empezar a salir, contrajeron matrimonio en una gran y multitudinaria boda. Camilla fue una de las invitadas.
Según la biografía oficial de Carlos, en el 86 Camilla y él volvieron a ser amantes, según “las malas lenguas” nunca habían dejado de serlo.
La situación de los amantes no era desconocida para sus parejas. Parker Bowles la aceptó, al fin de cuentas le daban un poco de su propia medicina. Pero Diana no estaba dispuesta a un matrimonio de a tres –como ella misma lo definió- y comenzó a vivir sus propias aventuras extramatrimoniales.
Camilla fue bautizada como ‘destructora de matrimonios’, la gente la increpaba por la calle incluso le llegaron a tirar panecillos. Ambos terminarían divorciándose con apenas un año de diferencia (ella en 1995 y él en 1996). El plan no era otro que ir paso a paso conquistando pequeñas batallas: Carlos organizó una fiesta a Camilla por su 50 cumpleaños, ella comenzó a realizar actividades benéficas, empezando por su apoyo a la Sociedad Nacional de Osteoporosis, enfermedad de la que había fallecido su madre.
Pero en 1997 fallecía Diana en un accidente de tráfico en París y los planes cambiaban de nuevo. Los británicos lloraban la muerte de la ‘Princesa del Pueblo’ y era momento de ir despacio a la hora de conquistar terreno público y normalizar una relación que buscaba salir de los muros de las residencias reales.
Camilla se ganó el afecto de los príncipes William y Harry, pero quedaba Isabel II, que no terminaba de aprobar la relación. En 2000, la monarca aceptó asistir a una fiesta en Highgrove en la que sabía que estaría ella, y se interpretó como una aprobación implícita de un noviazgo más largo de lo deseado.
Tres años más tarde, la pareja se instalaba en Clarence House a la par que Camilla iba ganando presencia en los actos públicos de la familia real. En 2005, la pareja se casó con el príncipe William como padrino. Aunque la reina no acudió a la ceremonia, sí estuvo presente en la fiesta, y otorgó a Camilla el título de duquesa de Cornualles.
Ahora, tras la muerte de Isabel II, Camilla se convierte en reina consorte y tiene ante sí el complicado reto de ser dotar de contenido a su nuevo papel y convertirse en el mejor apoyo de Carlos III.