Agosto 19, 2022
En la actualidad, la disminución del sobrepeso y la obesidad es considerada el reto más importante de salud pública mundial, debido a la rapidez de su incremento y al efecto negativo que ejercen en la salud de quien las padece. Además, son el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, hipertensión arterial, dislipidemia, enfermedades cardiovasculares, etcétera.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2020, en México 74.1 % de los adultos y 38.2 % de la población infantil tienen sobrepeso u obesidad; y, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la obesidad fue la causa de más de 360 mil muertes (218 mil por enfermedades cardiovasculares y 151 mil por diabetes) en 2020.
Desde hace algunos años, Raquel Gómez Pliego, académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, se ha dedicado a la elaboración de alimentos fermentados funcionales nutracéuticos para coadyuvar al control de este tipo de patologías y ofrecer al consumidor un producto económico y fácil de adquirir.
Los alimentos funcionales son aquellos en los que algunos de sus componentes afectan funciones del organismo de manera específica y positiva, promoviendo un efecto fisiológico o psicológico más allá de su valor nutritivo tradicional. Dicho efecto puede contribuir al mantenimiento de la salud y el bienestar, así como a la disminución del riesgo de enfermar, o ambas cosas.
Un nutracéutico es un producto basado en ingredientes procedentes de la naturaleza que previenen las enfermedades crónico-degenerativas, como infartos, embolias, hipertensión, diabetes y cánceres hormonodependientes (glándulas mamarias, próstata, tiroides, etc).
En la actualidad la investigadora, junto a tesistas de la licenciatura de Química Industrial, evalúa el efecto de fibras prebióticas (chícharo, brócoli y trigo) en la sobrevivencia de Lacticaseibacillus casei sups casei, sobre cambios fisicoquímicos y sensoriales ocurridos durante la vida de anaquel de leches fermentadas.
Para desarrollar esta línea de investigación, la universitaria trabajó con un simbiótico conformado por estas bacterias ácido-lácticas gram positivas (por sus propiedades son la cepa más utilizada en la industria para fermentar quesos y yogurt) y fibras de trigo, chícharo o brócoli, porque en su composición las tres tienen un porcentaje soluble e insoluble.
Los simbióticos son “una mezcla de probióticos y prebióticos destinada a aumentar la supervivencia de las bacterias que promueven la salud, con el fin de modificar la flora intestinal y su metabolismo”.
Al exponer la fibra al agua se puede clasificar en dos tipos:
1) Fibras insolubles que favorecen la digestión, puesto que incrementan los movimientos peristálticos del intestino. Beneficios para la salud: aumento de la frecuencia del tránsito intestinal y reducción de la constipación al determinar la consistencia de las heces.
2) Fibras solubles que se expanden en el intestino, reducen la velocidad de vaciamiento gástrico y, en consecuencia, disminuyen el apetito. Beneficios para la salud: reducción del colesterol y de la aterosclerosis, protección contra la obesidad, diabetes mellitus, cáncer de colon, interferencia en la absorción de ciertos nutrientes como las grasas y protección de la indemnidad de la flora bacteriana del colon.
La especie Lactobacillus casei contiene bacterias anaerobias gram positivas que favorecen el crecimiento de microbios benéficos, protegen el revestimiento intestinal y reducen la adhesión de patógenos.
Con información de Aristegui Noticias